Capitulo 1: historial clínico

Es Octubre de 2015 y tengo 25 años, bien podría decir "ya tengo 25 años" o "tan sólo tengo 25 años" pero mis pensamientos se contradicen y por eso he decidido dejarlo sin más.

Nací en un puerto costero de 3 estrellas devenido a menos, igualmente, en una familia de clase media baja que con altibajos termino por ser pobre después de poseer una casa de 7 habitaciones y 4 pisos. Ahora la que considero mi familia vive en un departamento mínimo a las afueras de la ciudad. Mi familia como la mayoría de las familias de la ciudad fue victima de violencia y alcoholismo. De niña no tuve nadie a quien admirar.

A los 18 años fui por mi propia voluntad a visitar al psiquiatra, algo estaba particularmente mal y mi vida se me iba de las manos, mi mundo estaba fuera de control. Tenía una ansiedad insoportable, que no sabía que era ansiedad, simplemente me dolía todo, lo gorda, lo flaca, lo empecinada; y el cielo me parecía demasiado bajo, demasiado opresor; además me preocupaban mis propios asuntos de sobremanera, pero también me preocupaba mi hermana, mi hermano, mi madre, mi otra hermana, mi padre, el perro y el gato que no tenía. Me preocupaba todo y demasiado, sentía como si me ahogara, quería irme y no sabía a donde, quería correr, quería ir a casa y desde ese entonces me he dado cuenta que para mí nunca ha existido tal cosa, un lugar al que se le pueda llamar hogar, ese rincón del universo en que te sientes a salvo y despreocupada, donde puedes ser feliz sin limite de tiempo.

El psiquiatra dijo, después de una larga hora de conversación y llanto a mares, que le parecía que había estado deprimida desde siempre y que tenía ansiedad; que lo primero era bajarme la ansiedad y luego todo lo demás (han pasado 7 años y no he podido superar la ansiedad, ni la depresión, mi enfermedad ha evolucionado a ciclotimia y mi nuevo psiquiatra cree que tengo TOC). Mi psiquiatra había deducido que siempre había depresión porque siempre fui muy enfermiza y al parecer, muchos niños que sufren violencia se enferman a sí mismos de manera inconsciente para llamar la atención, para ser cuidados. Además siempre y en el fondo he sido melancólica, nostálgica, triste y meditabunda.

Mis primeros tratamientos fueron con Imipramina y Clonazepam, la cosa iba bien con ese tratamiento pero necesitaba un estabilizador del animo para reducir las recaídas, entonces no lo sabíamos; en cuanto me volví a sentir decaída dejé el medicamento y al psiquiatra, la enfermedad sólo empeoraba. Dejaba y retomaba la consulta psiquiátrica como me daba la gana y mi psiquiatra no podía hacer nada al respecto, excepto decirme que la cosa no funcionaba sin constancia. Ahora puede parecer estúpido hacer semejante cosa, pero es parte de la misma enfermedad, uno quiere curarse de un tirón porque es insoportable, la ansiedad y la depresión se vuelven un lugar y no un síntoma, un lugar oscuro, frio, triste del cual no se puede salir, no importa cuanto trates o "pienses positivo" no puedes huir o tomar un analgésico para el dolor, a este dolor me gusta describirlo como dolor del alma porque es igualmente intangible. También sé ahora que hubiera sido bueno tener a alguien que se preocupara por mí y mi tratamiento psiquiátrico entonces, alguien que me ayudara a persistir cuando ya no podía hacerlo, alguien que se tomara en serio mi enfermedad, alguien que no me dijera "es psicológico", "piensa positivo", "cada vez que tengas un pensamiento negativo repite cancelado, cancelado".

Entre 2008 y 2010 pasaron muchas cosas y un par de tratamientos (fluoxetina, sertralina, alprazolam, clonazepam e imipramina en todas las combinaciones posibles), pero lo relevante para mi expediente clínico es que intenté suicidarme el 16 de febrero de 2010, el motivo: todo y nada, me dolía la vida, como siempre, como nunca. La excusa: quería estudiar en la UNAM y no me sentía capaz (es irónico, entre en la UNAM al segundo intento, hay personas que se pasan la vida intentándolo). Me llevaron a un hospital privado donde me hicieron un lavado gástrico con carbón activado, cortesía de mi ex-novio de 56 años. Me inyectaron adrenalina, dicen que desperté como resucitada, de un golpe me levante de la camilla y respiré profundo, cuando me di cuenta de que lo pasaba lloré, creo que lloraba por haber vuelto, hubiera deseado con todas mis fuerzas haberme ido para siempre ese día. Mi hermano, con el que siempre me he llevado mal pero al que quiero de forma especial por ser mi único hermano, manejo desde Iguala hasta Acapulco tan rápido que llego en 2 horas. No recuerdo demasiado bien los días que sucedieron al 16 de febrero, de pronto estaba en ese departamentito de una habitación en el que vivía con mi hermana y mi mamá, en la cama que yo pretendía fuera mi ultimo lugar de descanso. Mis hermanos y unos amigos de mi hermano estaban mirándome y mi hermana me daba gelatina de piña, de pronto se distrajo y yo intente comer por mi cuenta pero sólo lograba chocar la cuchara en mi cachete repetidamente, todos se reían y yo ni me enteraba porqué. En alguno de los días que sucedieron mi hermano con el que pelee toda la vida por razones nimias me compro un pastel de zanahoria, mi favorito. Poco a poco fui recuperándome y moviéndome mejor. La primera vez que sali de casa después de ese día mi mamá no estaba segura de que fuera buena idea pero me llevo con ella, choque contra un medidor de luz casi en cuanto salimos de la casa.

Volví por mi cuenta al psiquiatra, otra vez sola y con toda mi familia en contra del tratamiento psiquiátrico porque creen que mi enfermedad es psicológica y causada por una infancia de terror puro. De nuevo fui incapaz de seguir el tratamiento, comencé a abusar de las benzodiacepinas por su efecto relajante; estaba evadiéndome, mi psiquiatra no sabía que tomaba los medicamentos como quería y cuando quería. Para entonces estaba terminando un diplomado en inglés y la verdad se me daba de maravilla, en general es así con los idiomas, pero, conforme empecé a abusar de los medicamentos mi mente se obnubilaba y confundia los idiomas, olvidaba palabras en español y todo se revolvia, me volví más impaciente que nunca, y entre más abusaba de los medicamentos más necesitaba seguirlo haciendo. Salí mucho de fiesta y tomaba alcohol como si fuera a desaparecer. Un día decidí que el tiempo se estaba acabando para entrar a la universidad y me matricule en la facultad de matemáticas de Guerrero. Las cosas mejoraron y me volví más disciplinada con mis medicamentos y mis visitas al psiquiatra, cambié de trabajo por uno más flexible y peor pagado, la universidad me ayudaba a ser disciplinada. En algún momento la presión de la carrera me rebaso y dejé el tratamiento porque otra vez "no funcionaba", me volví más ansiosa y triste de lo normal, era violenta en muchos sentidos pero sin llegar a golpear a nadie. Empecé a faltar a clases cada vez más a menudo y estaba cada vez más deprimida. Se presento la oportunidad de venir a estudiar a México y no lo dude. Dejé el tratamiento por casi un año. Retomé el tratamiento en 2012 en México pero la fluoxetina no me hacia mejorar y terminé por dejarlo. En 2015 he empezado un nuevo tratamiento con imipramina (un antidepresivo), lamotrigina (un estabilizador del animo que prolonga el periodo de estabilidad para evitar las recaídas en depresión) y risperidona (un antipsicotico). Mi novio es el hombre más fuerte y capaz del mundo, me ayuda a seguir con el tratamiento, entiende que estoy enferma, que he sido fuerte mucho tiempo y que ahora mi caparazón está resquebrajado y estoy cansada, muy cansada. Aún tengo recaidas y problemas para ser constante con el tratamiento. Como siempre tengo etapas de bienestar no total.

bipolaridad